domingo, 21 de junio de 2020

Los desposeídos - Ursula K. Le Guin

Los desposeídos - Ursula K. Le Guin
Último día del confinamiento. Me he acabado de leer Los desposeídos de Ursula K. Le Guin. Creo que se nos rompió el amor después de tanto usarlo.

Pues parece que lo que despertó el Coronavirus ha muerto definitivamente una vez se ha acabado el confinamiento. Porque cuando leí a principio de la cuarentena Las doce moradas del viento de tita Le Guin pensé que me había vuelto a enamorar. Todos sus relatos me emocionaron, así que era más que evidente que me iban a gustar sus mejores novelas.

Después de los relatos me leí un par de novelas cortas de Ursula y, en ese momento, ya empecé a ver aquellos pequeños vicios que siempre se pasan por alto al principio del enamoramiento. Solo eran novelas cortas, no eran sus mejores obras, además una de ellas se inspiraba en el relato que menos me había gustado de las doce moradas. Así que lo dejé correr, obvié aquellas pequeñas decepciones porque suponía que ya conseguiría alguna de sus grandes obras maestras y mi pasión hacia Ursi renacería con más fuerza.

Y, hete aquí, que el primer día que ya permitieron abrir los comercios dentro del estado de alarma me dirigí a una librería nueva que había abierto aquel mismo día y, como si algún dios hubiese respondido a mis plegarias, me encontré con el libro de Los desposeídos esperando triste en una de sus estanterías. Parecía que todo era perfecto... hasta que me lo empecé a leer.

Tengo que ser yo, lo sé, porque no hay nadie en el mundo que no le flipe esta novela. Pero es que yo no entré en la historia en ningún momento. Podían haber muerto todos sus protagonistas de una forma inhumana y yo me habría quedado igual. ¿Pero qué pasooooo? ¡Si me gustaron sus cuentos cortos! Me había convertido en su fan número uno. Quería pedirle matrimonio a Ursula (bueno, si aún estuviese viva). Pero todo se fue al garete, ese gran flechazo se esfumó de golpe. Y lo peor de todo es que el cuento corto "El día antes de la revolución" (muy relacionado con esta novela) fue uno de los que más me gustaron de la colección de las doce moradas. En unas pocas páginas de un relato la autora me había llevado mucho más lejos y me había emocionado mucho más que en toda la novela de Los desposeídos. ¡Maldita sea! ¡En este caso el tamaño si que importa! 

Ahora tengo miedo de leerme algo más de Ursula. Si vuelvo a tener otra decepción los recuerdos de lo que sentí aquella vez, en una extraña semana de confinamiento, se perderán para siempre como lágrimas en la lluvia. Olvidaré tu nombre, tu cara, tu casa y pegaré la vuelta. Por eso seguramente no volveré a leer nada más de tita Ursula, porque sé que lo voy a lamentar, tal vez no ahora; tal vez ni hoy ni mañana; pero más adelante, toda la vida. Pase lo que pase siempre nos quedará Las doce moradas del viento.

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