La crítica a este libro de la Le Guin podría ser una copia de las sensaciones que tuve leyendo la primera parte de Los libros de Terramar. El resumen sería: me pilla ya un poco mayor. No es que el libro me desagrade, simplemente que me da la sensación que hace veinte años me habría encantado pero que a día de hoy, en medio de una cuarentena, pues como que va a pasar sin pena ni gloria por el recuerdo del listado de lecturas memorables que tengo en mi cabeza.
Estoy cada vez más asustado porque las sensaciones que tuve con las doce moradas no las he vuelto a tener con otras lecturas de tita Ursula. Parece como que el amor incondicional y de por vida que surgió al leer aquellas historias finalmente se han convertido en un bonito pero fugaz amor de verano. Quiero convencerme que eso no ha sucedido, que el amor hacia ella es puro y verdadero pero, desgraciadamente, no tengo ningún libro más de Ursula en mi librería para poder demostrarlo. Tendré que esperar que vuelvan a abrir las tiendas, quizá pueda hacerlo en una semana o quizá en dos... ¡Oh mierda! ¡quizá ya nunca pueda volver a comprar un nuevo libro!
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