Esta vez he escogido uno de esos libros que tengo en la lista de "futuros títulos a leer pero que siempre, por H o por B, acaban siendo relegados por alguna otra obra". Finalmente me he cuadrado conmigo mismo y me he leído Un mago de Terramar de la escritora de fantasía y ciencia ficción Ursula K. Le Guin.
Antes de nada decir que (en teoría) me gusta escribir y una de las cosas que (en teoría) me encanta es destrozar, violar o fusilar el mito del viaje del héroe. La puñetera base en la que se sustentan todos y cada uno de los putos relatos o historias de aventuras épicas y fantásticas que jamás se han escrito. Si el viaje del héroe funciona ¿para qué vamos a desviarnos del puto esquema de los cojones?
Así soy yo, no creo en héroes, me identifico más con los personajes inútiles que no saben hacer la o con el canuto y todo ese rollo. Y no sé por qué la verdad. Pero bueno, a lo que iba, me cansa tanto viaje épico del héroe y sus pajas mentales. Así que dar por el saco a ese puñetero héroe siempre es placentero.
Y ¿qué sucede en Un mago de Terramar?, pues que... pues que también hay un viaje y todo ese rollo. Pero ¡oh, sorpresa! tiene algo que me atrapa. No sé si es porque el pobre desgraciado recibe por todos lados en todo momento o si es porque, al final, como siempre sucede en la vida, si una historia esta bien contada te comes con patatas todo lo que te den, con héroe o sin él.
Así que, en resumen, el mito del viaje del héroe siempre funciona. Hasta la historia de mi vida podría asegurarse que se basa en ella. El único problema es que en este caso me da pereza responder a la llamada.
martes, 17 de diciembre de 2019
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