Hacía tiempo que no me leía una historia clásica de la literatura universal... también es cierto que hacía tiempo que no me leía nada en general... ni los dorsos del champú mientras medito en el baño. En resumen, que después de mucho tiempo sin hacerlo decidí leerme la mítica novela juvenil Las aventuras de Tom Sawyer del señor Mark Twain.
Una novela clásica no puedo criticarla ni hacer un resumen, también es cierto que soy un vago redomado y busco cualquier excusa para no hacerlo. Pero esta vez lo que quiero es transmitir lo que sentí al leer la novela. La aventura transcurre en el 18... en una época que no he vivido o no tengo memoria de haberlo hecho. Habla de una cultura que me es completamente extraña y lejana. No tengo nada que pueda atraerme ni para poder sentirme reflejado en ella. Aún así esa novela me hizo pensar en mis veranos en el pueblo cuando era un puto mocoso... en ese crío pasando sus máximas aventuras en las épocas estivales lejos de casa... en ir de ruta con unos amigos que solo veía unas pocas semanas al año para buscar tesoros... en salir por patas a la que algún mayor nos recriminaba alguna travesura... En conseguir meter en la prisión a un asesino peligroso gracias a mi precisa declaración en un juicio... Bueno, vale, eso último nunca lo he vivido pero el resto sí que es de cosecha propia. Porque los niños son niños en todas las épocas y culturas, aunque algunos tengan que crecer demasiado rápido. Porque todos hemos sido inocentes hasta que se ha demostrado lo contrario. Porque todos nos hemos pelado las rodillas jugando en la montaña o conociendo al cura del pueblo. Porque los niños son niños y los juegos juegos son.
sábado, 6 de octubre de 2018
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