Este año estoy metido de lleno en la lectura de diversos libros que se han llevado a la gran pantalla con más o menos éxito de público y crítica. Para añadir un volumen más a esta particular colección me he acabado el recopilatorio de cuentos cortos de ciencia ficción Minority Report y otras historias de Philip K. Dick.
Antes de empezar con ninguna crítica al libro comentaré, de pasada, mi gran afición al deporte más universal que existe en este bello mundo: ¡el fútbol! El futbol es un deporte que me enganchó de muy joven y que he practicado al largo de toda mi vida. Creo que es un ejercicio muy saludable y completo. La perfección hecha deporte. Aunque claro, sería mucho más perfecto si en vez de jugar con los pies, que queda bastante antiestético, se jugase solo con las manos. El campo lo reduciría porque me parece excesivo y en vez de jugarlo en un campo abierto sería mucho más práctico encerrarse en un pabellón cerrado, protegido así de las inclemencias del tiempo. Como que el campo se habría reducido también reduciría el número de jugadores que pudiesen jugar a la vez en un partido. Y para contrarrestar esta pérdida de jugadores permitiría hacer todas las substituciones que el entrenador quisiera hacer. También eliminaría al portero porque me parece una posición demasiado privilegiada y, en vez de marcar en una portería, creo que sería mucho más espectacular intentar encestar la pelota en un aro colgado a cierta distancia del suelo. Si además añadiésemos que los goles tuviesen diferente valor dependiendo de la distancia en que fuesen lanzados la emoción crecería de forma exponencial. Finalmente le cambiaría el nombre (ya que no usaríamos los pies para poder controlar la pelota) y le pondría baloncesto. Sí, me gusta el nuevo nombre: ¡BA - LON - CES - TO!
Vale, ahora muchos pensaréis que estoy loco ¡y con razón! Pero esto último que he explicado es exactamente lo que hacen todos los guionistas que deciden adaptar un texto de Philip K. Dick a la gran (o pequeña) pantalla. Los guionistas escogen un relato que les apasiona y cambian absolutamente todo lo que aparecía en él. Puestos a cambiar hasta cambian el puñetero título porque Philip tenía tendencia a los nombres excesivamente largos y absurdos. Solo falta añadir algún exceso completamente innecesario y ya tenemos la adaptación hecha.
En resumen, parece ser que a ningún director de cine le gustan las novelas de Philip K. Dick porque ninguno respeta la historia que ha explicado el autor y deciden crear la suya propia.
domingo, 3 de marzo de 2019
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