Y, después de leerme la novela de El hombre invisible, decidí adentrarme en otra de las historias del pionero de la ciencia ficción H. G. Wells. En esta ocasión sería La guerra de los mundos y los pequeños inconvenientes de tener a unos vecinos un tanto agresivos.
Es difícil criticar a una novela de este estilo. Pienso en el momento en que se escribió y reconozco que Wells los debería tener cuadrados para crear una obra donde unos extraterrestres decidían acabar con toda la puta humanidad. Ahora hay miles de obras parecidas pero en ese momento debería ser un pequeño shock. ¿Cómo debería sentirse alguien que hasta ese momento poco había pensado en seres extraños de otro planeta? ¿Qué debería opinar alguien que seguramente pensaba en el ser humano como el ser principal de la creación? Pues solo se me ocurren dos opciones: 1- pensó que el escritor era un puto loco y que la mejor solución sería encerrarlo en una prisión infecta y aislada del mundo; 2- se le pusieron los cojones por corbata al pensar por primera vez en la posibilidad de que unos seres inteligentes de otro planeta pudieran venir a la Tierra para reventarnos, con todo su cariño, por todos lados.
Así que seguramente eso es lo que debió pensar algún lector de la época con la lectura de La guerra de los mundos. El problema que he tenido yo es que en pleno siglo XXI ya no me sorprende este tipos de historias, me las he comido en formato papel o cinemascope y, por lo tanto, no me sorprende. ¡Joder! ¡Que es la obra original madre o padre de todo lo que ha venido después! Quizá... Ciertamente... pero por desgracia no es la primera que me he leído del tema apocalíptico así que su historia será olvidada en el interior de mi cerebro hasta que la llegada de algún extraterrestre la consiga hacer reflotar de mis neuronas con su rayo láser gamma flóflico.
jueves, 29 de noviembre de 2018
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