Después de dedicar una entrada al recuerdo de mi tierna infancia y al descubrimiento de un nuevo mundo llamado Amstrad CPC 6128, hoy quiero continuar indagando en aquellos recuerdos y hablar de los malditos juegos de aquel aparatejo. Iré paso a paso, quizá más adelante hable de todos los juegos que me marcaron y me arruinaron la vida, pero en éste primer post quiero dedicar mi tiempo a tratar con el juego que provocó las mayores y más terribles pesadillas infantiles que un humano pueda soportar. Ese desgraciado y adictivo juego, al más grande, al sublime, al mítico, al joputista "Abu Simbel Profanation".
En un ránking del 1 al 10, donde el 1 es "fácil" y 10 significa "escoge entre tener vida o pasarte el puto juego" a Abu Simbel le pondría un: "ojalá que los que idearon el juego vayan al infierno y disfruten de una eternidad llena de suplicios y vejaciones". Y no lo digo con resquemor, ¡de verdad! Pero seamos sinceros ¿era necesario crear más de tropocientas pantallas (cada una de ellas con más de mil maneras de morir tontamente) y solo disponer de nueve vidas de mierda? Porque ¿regalar una vida al pasar la mitad del juego era pedir demasiado? Porque esconder trampas que te aniquilaban todas las vidas de golpe y tener que volver a empezar ¿eso es ser buena persona? Porque hacer una portada chulísima con un pavo saltando por encima de una araña gigante en plan Indiana Jones
y encontrarse que en el juego eres una puta pelusilla rosa con ojos, boca, con patas y sin brazos...
eso... eso ¿qué mierda es? Pues eso tendría que estar penado con muchos años de cárcel o, simplemente, sentenciar al programador al empalamiento público en medio de la plaza mayor del pueblo, y punto. ¡Sin acritud!
Pero aún con todas esas maldades yo me acabé viciando a ese puñetero videojuego. Y eso que me costó un tiempo increíble pasarme la primera jodida pantalla del juego. Y eso porque desconocía en un primer momento que la dichosa pelusilla disponía de dos saltos muy diferenciados: ¡el salto largo y el salto corto! Que es verdad que ese detalle lo habría descubierto en un primer momento leyendo las instrucciones del juego, pero también es tontería crear unas instrucciones si ya sabes que no me las voy a leer. En definitiva, que el puto juego era complicado de narices pero yo era un niño que si decidía acabar un juego se lo acababa, solo tenía que evitar distracciones chorras como comer, dormir o respirar.
Y, aunque parezca mentira, ¡ese día glorioso llego! ¡Oh sí, me pase el puto juego! Después de mil pantallas de mierda, de mil sufrimientos, de muchas horas invertidas y muchas neuronas muertas en el intento, conseguí descubrir aquello que nos deparaba a unos pocos privilegiados después de tamaño esfuerzo:
¿Lo qué? ¿En serio? ¿Una pantalla estática y un par de frases dándote la enhorabuena? ¿Yatá? ¿Sin más? !Idos a la real academia hijos de la gran turca! ¡Por dios! Cuantas horas de no abrazar a mi madre, cuantas horas de no abrazar alguna mujer en general, cuantas horas de no estudiar, cuantas horas desaprovechadas sin poder ver la tele para ¡¡ESTO!!! ¡Por menos han asesinado a gente!
Pero bueno, como mínimo puedo decir que yo soy uno de los elegidos y, por ese motivo, en mi currículo lo primero que pongo antes que la mierda de estudios que tengo es: "Yo me pasé Abu Simbel y tú no".
Valoración del juego:
-Nivel de dificultad: Supina.
-Nivel de jugabilidad: Nunca he sabido que coño significaba eso.
-Nivel de azúcar en sangre: Bien pero puede mejorar.
-Frase más repetida en el juego: ¡¡No hijo de puta no saltes ahora!! ¡¡Ahora no!!... ¡¡¡Imbécil era salto corto!!! ¡¡¡corto!!!!... ¿Si toco esto me mata? ¡¡Mierda!!
-Nivel de adicción: si alguien te dice de jugar a un juego de los 80, tú simplemente di ¡NO!
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