"Viviremos. Ni en el presente, ni en el pasado ni en el futuro.
Simplemente viviremos.
Hasta que se nos olvide desvaneceremos."
Para empezar, yo no debía estar allí. Llevaba una semana de mierda por culpa de un constipado, por la gripe aviar o por cualquier otro virus mutante que simplemente han sido diseñados para joder mi puñetera existencia. Había salido antes de tiempo del trabajo pero no deseaba volver a mi casa y encerrarme de nuevo (odio mi casa cuando estoy enfermo). Así que decidí estrenar el nuevo parque de las Glorias, me senté bajo un sol abrasador para hacer la fotosíntesis y saqué un libro para poder leer tranquilamente. Es agradable y reconfortante estar sentado al aire libre mientras los niños juegan y se divierten sin ningún tipo de preocupación, conocedores que tienen toda una vida por delante para poder desaprovechar. Por desgracia mi sentido de la antisociabilidad no permite sobrellevar este placer más de dos minutos consecutivos así que después de pensármelo un par de veces, decidí continuar con el proceso de fotosíntesis en el interior de la biblioteca de les Glories.
No, no debía estar allí pero un cúmulo de circunstancias me habían traído. Por fin tenía mi dosis perfecta de aislamiento para poder leer mi libro con tranquilidad. Pero la tranquilidad me era esquiva ya que al poco rato noté la presencia de un ser que se me acercaba con sigilo. Levanté la mirada y en mi fuero interno resonó un grito plañidero: "¿Quien osa perturbar mi sueño?". Por suerte, mi boca decidió continuar con su habitual estado de profunda inactividad. Descubrí que eran tres chicas jóvenes, de unos quince años de edad según mi criterio (en realidad tenían veinte pero es normal que nunca acierte las edades de los demás si todavía me pienso que yo tengo veintiséis). Durante unos segundos mi mente perturbada temió lo peor: o eran de una secta peligrosa que deseaba asesinarme para echarme como ofrenda a su dios serpiente o eran integrantes de una peligrosa banda local de chicas jóvenes que se caracterizaban en dar palizas de muerte a chicos solitarios que leían tranquilamente en los rincones apartados de una biblioteca. Por suerte la líder de aquel grupo aparcó mis temores iniciales al preguntarme, con una voz dulce pero entrecortada por el nerviosismo del momento, lo que nunca antes una desconocida me había preguntado: "Hola ¿te interesaría entrar en la presentación de mi libro? Estás invitado".
¿Cómo? ¿Presentación de un libro? ¿Una chica de
"Vio la persona que siempre había querido ser.
Y lo que vio le cortó la respiración.
Era ella."
Empieza la presentación, no somos muchos, para mí todos son unos desconocidos, creo que para ellos solo lo soy yo. Se presenta el libro Tormentas. escrito por Alba Fernandez de la editorial Autografia. La autora empieza a hablar y a responder preguntas. No hay nada ensayado, eso está bien. La escritora lee algunas entradas de su obra y eso me gusta. La chica empieza a comentar su obra sin filtro alguno. Y, a la par que se explica, ella misma se corrige constantemente entrando en un bucle infinito. Y eso me encanta. En ese momento reconozco que sería capaz de leerme un libro de Alba si escribiera con la misma naturalidad con la que habla.
Me quedo con un comentario que hizo sin ningún tipo de pretensión. En él afirma que siempre intenta escribir respetando las normas ortográficas. Le gusta escribir bien aunque sea un simple y rápido mensaje de texto (todo lo contrario que me pasa a mí, que siempre intento destrozar las normas ortográficas). "Pongo punto final a cualquier frase, aunque sea una línea de Whatsapp". Y todo hubiese acabado aquí si no fuera porque, sin que nadie se lo hubiese pedido, hace una aclaración final. "Bueno, a ver, quizá no en todas las líneas". Y allí empecé a reír. Me reí al suponer que la muchacha había hecho esa última apreciación por temor a que una amiga suya se levantara de golpe enseñando un mensaje de texto en el móvil y gritase: "¡Eso no es verdad! ¡Este mensaje me lo enviaste el sábado pasado y no lleva punto final!". Tiendo a imaginarme muchas absurdeces. Pero es que soy así.
"De los miedos más profundos.
De esos que podrían volver loca a una persona, si se hicieran
realidad.
Y siempre se hacen realidad."
Y es en ese punto (nunca mejor dicho) que me fijo en el título de la obra y observo que tiene escrito el punto y final. No me viene a la mente ningún otro libro que hayan puesto ese punto en el título. En eso ya lo hace diferente al resto.
Lo del punto me recuerda a un infame examen de castellano que hice en la EGB (sí, aunque yo diga que tengo 26 años hice la EGB). Eran diez frases dictadas, diez frases que no tenían conexión entre sí, diez frases que ocupaban una línea cada una. Las escribí perfectas, sin ninguna falta de ortografía. Saqué un 0. ¡Suspendí porque me olvidé poner TODOS los putos puntos finales! ¡Lamadrequeme...! En el siguiente examen no se me olvidó ningún punto, creo que hasta puse de más por si acaso.
En resumen, me encanta que la gente joven escriba. Que escriba y que lo publique y que, con suerte, puedan vivir de ello, o como mínimo lo disfruten. ¡Y punto final! Ahora cuando Alba sea una superventas yo podré decir a toda esa legión de fans que vendrán a posteriori: ¡yo fui de los primeros! Aunque, si lo piensas, fue por puro azar. En realidad, no debía estar allí.
PD: Empecé a leer la dedicatoria y algo, dentro de mi mente, me hizo parar. Pensé que era mejor leerla cuando ella no estuviese delante. Salí de la biblioteca y llamé a una amiga, ya que en parte había comprado el libro pensando en regalárselo. Le expliqué todo lo sucedido a mi amiga y decidimos que era buen momento para leer la dedicatoria. Leo un par de líneas y, sin razón aparente, tengo que volver a dejar de leer. Cuando descubro qué ha sucedido empiezo a sonreír.
La próxima vez que vaya a la presentación de uno de sus libros y la autora explique que le gusta poner un punto y final en todas las oraciones que escribe, me levantaré y gritaré con todas mis fuerzas: ¡Eso no es verdad! ¡En mi dedicatoria te olvidaste uno!