jueves, 18 de febrero de 2021

El testigo mudo - Agatha Christie

Últimamente estoy un poco raruno con el tema lecturil. Doy por supuesto que es por el agotamiento de la pandemia pero el caso es que me cuesta leer y no termino las novelas que empiezo. Es por ese motivo que en las últimas semanas estoy volviendo a los clásicos de tita Agatha para ver si tomándome mi metadona me devuelve el ánimo para terminar de leer algo de lo que empiezo. A parte, esta vez he hecho algo que no había probado con anterioridad: que en vez de leer yo la historia alguien lo haga por mí. Así que la novela El testigo mudo de Agatha Christie he sido lo suficientemente vago como para escucharla desde un audiolibro.

Lo de los audiolibros es un concepto que está bien parido pero que le añade complejidad al asunto. Si cuando una novela no me gusta a veces me hace dudar si el culpable de todo ello quizá podría ser el traductor que ha perpetrado una mala traducción, un libro que en vez de leer lo has escuchado podría llegar a sospechar que la novela quizá era buena pero el mal hacer del narrador me ha echado a perder mi experiencia. En resumen, no creo que escuche demasiados audiolibros por si acaso. 

Centrándonos en el libro en cuestión: El testigo mudo trata de un perrete que presencia un asesinato. Si te gustan los perretes, Poirot y las novelas de la señora Christie pues ésta también te gustará, no hay más. Peeeeero, hay un punto que me ha sorprendido de esta novela y es su sorprendente final. A mi personalmente me ha chocado y voy a comentarlo en el párrafo de abajo... 

¡¡CUIDADOOOOOOOOR que vienen SPOILERSS!!!

Bueno yo ya he avisado, si no te has leído la novela y estás leyendo esto, después no me llores.

Bueno, a lo que iba. En esta historia la asesina es la mujer del médico griego. En cualquier otro relato del detective éste reuniría a todos los sospechosos en una misma sala para poder gritar a los cuatro vientos mientras señala al asesino: ¡señora del médico griego usted es la asesina! ¡JUASJUASJUAS! Seguidamente entraría la policía y atraparía a la susodicha. Ésta lanzaría algún improperio y tendrían que sacarla a rastras del comedor. Eso sería lo normal, hasta la versión de la novela hecha por televisión sucede así, pero ¡oh sorpresa! en la novela no ocurre nada parecido. En este sorprendente final, Poirot escribe en un sobre cómo ha sucedido todo el asesinato junto al nombre de quien lo ha hecho para entregárselo ¡a la PROPIA asesina! Es cierto que en ese punto aún no sabemos que es ella, Agatha Christie (en teoría) ha hecho todo lo posible para que pensemos que la muchacha es una pobre víctima de malos tratos y su marido es el asesino. La mujer se va a su habitación y lee la nota. Pasa el tiempo hasta que finalmente se encuentran a la asesina muerta en el cuarto. Parece un suicidio ¿qué ha podido suceder? Pues eso, que se ha suicidado, sin más. Y todo porque se ha visto descubierta por Hercule Poirot. Éste cuando se entera de la noticia dice: "es lo mejor que podía pasar". ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!??? ¿Estás de coña? ¡Pero qué coño me estás contando! Lo mejor que podía suceder es lo que siempre sucede en estos casos, que la policía detenga al culpable. ¡Hijo de tu madre! Le has entregado la nota para que se matara. El problema es que la mujer tenía hijos ¿y si decide matarse junto a los niños cacho merluzo? ¿Y si al sentirse acorralada la señora decide comprar una ametralladora gatling y empezar a disparar a todo quisqui que cruza la plaza mayor del pueblo? O simplemente, al leer la puta nota que la incrimina la muchacha decide abandonar a su marido e hijos e irse de vacaciones a Cancún. Es un final absurdísimo y fuera de toda lógica. Pero es que encima no hay ningún personaje que lo cuestione, ni el puñetero marido que se ha demostrado que quería a su esposa. De verdad, no he entendido ese giro final de la historia con esa extraña decisión del detective Poirot que, de pronto, le convierte en un gran hijodepeeeeeeeeeeerra.

lunes, 15 de febrero de 2021

Fantasmas - Joe Hill

Fantasmas - Joe Hill

El otro día me apunté a clases de repostería creativa. Bueno, lo del plural es un decir, solo fue una sesión, pero en teoría el concepto parecía claro: aprender el noble y delicioso arte de la preparación de dulces postres caseros. Odio cocinar pero me encantan los postres. ¿Hay algo más bonito que aprender a hacer algo que odias para conseguir aquello que más deseas?

Pues nada, empezamos la primera clase, nos abrochamos el delantal y, ¡oh sorpresa!, nos pusimos delante de los fogones para cocinar unos macarrones al pesto. Que los cabrones estaban muy buenos, no lo voy a negar, pero nunca presentaría esos macarrones como un postre en ningún lugar del mundo. Bueno, no pasa nada, todo sea aprender cosas útiles para la vida. Continuemos con el curso.

En la segunda hora hicimos una especie de brownie que tenía apariencia de brownie, textura de brownie, hasta olía como un brownie, pero en realidad estaba creado a partir de combinar lo que sería una ensalada de toda la vida junto a la comida que suelo comprarle a mi canario solapado y condensado en una argamasa parecida a un pastel. Bueno, nos estábamos acercando pero después de un buen rato de clase aún no había hecho ningún puto postre.

El resto de horas de las clases que impartimos aquel día las gastamos repasando la historia de la repostería, cantando canciones al Monstruo del Espagueti Volador y, al final, construyendo una pequeña cabaña a partir de unos simples palés y unos deshechos consistentes en los envases de yogurts caducados y tetrabriks. El curso, en realidad, no estuvo nada mal ya que aprendí un montón de cosas muy útiles para mi vida. Por desgracia, si tengo que valorarlo como un curso de repostería podría considerar que quien concibió ese puto plan de estudios podría morir dilapidado en plena plaza mayor del pueblo. 

Y ¿por qué coño he explicado todo este absurdo punto? Pues porque el puñetero  libro Fantasmas del escritor Joe Hill es exactamente lo mismo que mi curso de repostería creativa. Porque si el puto libro de relatos de terror no es un puto libro de relatos de terror, no me lo vendas como un puto libro de relatos de terror, aunque algunos lo parezcan, tengan los mismos ingredientes o hasta huelan igual. ¡Que no! Y no me pongas el título de Fantasmas al conjunto o el del título original Fantasmas del siglo XX (jugando con el nombre de la productora de cine 20th century fox). Además sabemos que Joe Hill es hijo del escritor Stephen King y nos lo venden como el renovador de la literatura de terror de este siglo. ¡Pero el puñetero libro no va de eso! Dejad de vender cosas que no son que después la gente se lleva un chasco por tragarse algo que no es. Porque yo soy capaz de tragarme lo que sea ¡solo pido que antes me avisen!

Fantasmas tiene relatos de todo tipo, básicamente es un pupurri de todo lo que el bueno de Joe Hill habría escrito por aquel entonces. De terror más bien pocos y con la mala ostia que algunos de ellos terminan de forma tan abrupta que me da la sensación que el señor Hill le dio pereza seguir con el relato y lo dejó a medio acabar. Nos encontramos relatos de todos los gustos y sabores con la única nota en común que no tienen nada en común entre ellos. Y esto es algo que me fastidia, si haces un libro de relatos como mínimo que tengan una base que los una, no solo que los haya escrito una misma persona (a no ser que sean todos los relatos que ha escrito un autor ya perecido, pero aún así los tendrás que organizar de alguna forma digo yo).

No quiero parecer muy negativo porque algunos relatos están bien, ojalá todos ellos se hubiesen dirigido por el mismo camino de locura surrealista por el que había ido el del niño hinchable. Por desgracia, para mi gusto, la calidad de todo el conjunto deja mucho que desear y todos esos premios que ha ganado este recopilatorio me parece a mí que se lo han dado al trabajo del relaciones públicas de la editorial o porque, muy a su pesar, todo el jurado sabía de antemano de quien era hijo el señor Hill. 

Sé que soy muy duro o exigente pero eso es lo que pasa cuando me venden lo que no es: que en un principio yo me esperaba otra cosa y algo tan tan tan diferente a todo lo que había leído hasta entonces que al final las expectativas me han matado un poco. Y lo peor de todo esto es que aún odio cocinar.