"La historia interminaaaaaaableeee ahhhh ahhh ahhhh" con un par de huevos creo que esta frase podría ser el resumen de mi post del día de hoy. Pero como soy buena persona intentaré explayarme algo más hablando sobre mi experiencia leyendo La historia interminable de Michael Ende.
Todo empezó por el principio. Yo nací hace demasiados años, crecí en los ochenta y sobreviví haciendo la grulla de Karate Kid. Ya desde pequeño me encantaba el cine (supongo que descubrí pronto que la fantasía era mucho más interesante que la puta realidad) y mis padres me llevaban a la mínima que podían para tenerme un rato distraído. No sé qué película sería la primera que vi en mi vida pero de la primera que tengo recuerdo de estar en un cine es la de La historia interminable. Recuerdo que salí de la sala alucinado y que llegué a casa de mis abuelos explicando maravillado lo que habían acabado de presenciar mis inocentes ojos. Mis abuelos supongo que se convencieron que su nieto era un poco monguer y que, por suerte, tenían otros de más normales con los que poder estar orgullosos.
En resumen, que la película (junto a su cancioncilla ochentera de los cojones) se me quedó grabada a fuego en lo más profundo de mi ser. Así que, como era de esperar, a la que me enteré que esa historia se basaba en un libro de Michael Ende me lancé raudo y veloz (cual rayo destructor de Thor) a leer aquella novela. Y, llegados a este punto, entra en escena la procrastinación. A ver, aclaremos, raudo y veloz quizá no fui porque, con la tontería, la novela me la he leído finalmente unos 35 años después de salir flipando en colores de la sala de cine. Sí, es lo que hay, tiendo a dejar las cosas para el día siguiente y entre una cosa y la otra va pasando el tiempo. Pero lo importante es que me lo he leído con la misma ilusión que lo hubiese hecho mi niño interior.
Y, es en ese detalle, donde ha surgido el problema: mi niño interior se ha hecho mayor y actualmente es más viejo que la carcasa que lo recubre. En pocas palabras, que me he convertido en un puto señor mayor. Un señor mayor con ganas de que el mundo se acabe, harto del coronavirus, de la gente, la vida en general y los anuncios de Vinted en particular (uffff como los odio). A lo que iba, ¡que no he podido con el puto libro de los cojones!
En vez de entrar en un luminoso mundo de fantasía este libro lo que ha conseguido es darme una bofetada bien grande de realidad en toda la cara. ¡Ya no soy el público a quien va dirigido este dichoso libro! Mientras la historia narrada coincidía con mis recuerdos de la película de mi niñez mi experiencia lecturil más o menos funcionaba. Cuando la cosa se ha ido por otros derroteros la lectura se me ha hecho muy cuesta arriba hasta el punto de poder corroborar que el título no estaba puesto en balde, ¡diossss el puto cuento no se acababa nunca! Daban ganas de enviar a Fantasía a tomalpolculo o dar una ostia con la mano abierta al Bastian de los cojones para que espabilase de una puta vez. ¡Joder, cacho merluzo solo tenías que inventarte un puto nombre para la emperatriz de los cojones! ¿En serio necesitabas tropocientas páginas para enterarte? Que guantazo tiene el pobre muchacho. "¡Ohh es que me hacen bulliyng" ¡Pues poco te han hecho por lo tontaco que eres por dios! Es que cogía el puñetero libro y se lo metía doblado. Es que de verdad, así va la juventud. Que no sabe lo que quiere, puto Bastian de los cojones, luego será el que tenga que pagarme la pensión cuando me jubile.
Perdón... Lo siento por haberme sulfurado pero es que me enciendo con mucha rapidez. Si alguien está leyendo esto, solo comentarte que no me tienes que hacer mucho caso, léete el libro y hazlo antes de que sea demasiado tarde. Yo lo fui dejando, esperé más de la cuenta y cuando por fin lo hice ya hacía bastante tiempo que la Nada me había engullido por completo y el mundo de fantasía se había ido a tomar bien por saco.
0 comentarios:
Publicar un comentario