Y este párrafo es el que más me ha gustado del libro de relatos Humo y espejos de Neil Gaiman. Reconozco que soy un poco raro remarcando un texto de un prólogo pero es que ya me sucedió lo mismo cuando leí el libro de relatos del mismo autor Objetos frágiles donde me encantó descubrir un texto similar. En esa ocasión Gaiman explicaba que sus personajes terminaban por tener vida propia y que tomaban sus propias decisiones muy a su pesar. Me ha hecho gracia descubrir que un libro leído justo cuatro años antes del mismo autor me haya provocado una reacción tan parecida, casi calcada. Y ya que la experiencia ha sido la misma voy a sacarme el troncho y copiar exactamente la misma crítica que puse para el otro título y que me servirá igual. Gaiman estaría de acuerdo.
El libro es una recopilación de cuentos cortos y poesías del autor y, como siempre pasa en estos casos, el resultado ha sido desigual. Que para leer en el metro o en un viaje corto va de puta madre pero para aguantar un buen rato de lectura se me hacía complicado. Y como digo, no es culpa de este libro, es lo mismo que me pasa (y supongo que le sucederá a todo el mundo) cuando leo cualquier recopilación de cuentos. Los que te gustan se te hacen demasiado cortos y los que no te gustan demasiado largos. Resumen: nunca acabas contento. Además, como gusto personal, las poesías no me atraen en absoluto (ya no mencionemos las poesías traducidas). Pero como explica el mismo Gaiman el libro lleva esas poesías por el mismo precio que si no las hubiera llevado, así que bien por el autor.
Por otro lado me ha encantado un detalle del contenido: el prologo. En realidad, porque soy un poco raro y siempre me gusta saber cómo los escritores sacan sus ideas, me encanta el prólogo de este libro porque Gaiman hace un resumen de cómo surgió cada relato. Esa tontería me ha enamorado, querría que todos los libros llevaran una pequeña parte del cómo se hizo, los comentarios del director y cosas parecidas. Me enamoró pensar que el señor Neil ideó unos cuentos con una estructura determinada y, una vez los empezó a escribir, los personajes se le revelaron y se le rebelaron y las historias acabaron siendo completamente diferentes a como él se los había imaginado en un principio. Que eso le suceda a un escritor y lo reconozca, me hace pensar que no soy tan inútil cuando yo intento escribir un cuento y los hijoputas de los personajes no me hacen ni puñetero caso y se me acaban sublevando. Vamos que no soy tan raro y eso es bonito. Además, este libro me dio ánimos para continuar con mis cuentos absurdos y no dejarlos tirados. Ya no controlaré tanto a mis personajes, les dejaré su espacio para que crezcan y tengan vida propia y yo solo lo pondré por escrito.
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