En una época donde te encuentras conspiranoicos hasta debajo de las piedras mi última lectura ha sido del más grande de todos los grandes conspiranoides del planeta Philip K. Dick y su novela El hombre en el castillo.
Con el señor Dick me sucede una cosa muy particular, hay cuentos que me encantan y otros que odio (o me aburren) de forma supina. El término medio con este pobre hombre no existe. Hacia tiempo que quería leer esta novela porque me habían contado maravillas de ella. Así que no podía fallar y no ha fallado, porque lo que acostumbra a gustar a todo el mundo yo no le pillo la gracia. No me ha gustado, idea original pero me he aburrido soberanamente.
Con esta novela me ha dado la sensación que todo sucedía de forma muy azarosa. Que sí, que la vida es exactamente así, pero los humanos somos muy especiales cuando leemos y no aceptamos el azar en las novelas. La sensación que en la siguiente página podía suceder cualquier cosa o que un personaje y su historia pudiese desaparecer porque sí por arte de magia me abrumaba constantemente. No lo paso bien cuando esto sucede y al final me aburro de tal manera que paso por dejar de leer la novela. Caxislamarsalá.
Por cierto, buscando información del libro descubro que el señor Dick decidió qué rumbo tomaba el argumento de la novela usando el antiguo texto chino I Ching. Hasta se comenta que el propio Dick no estaba de acuerdo con algunos detalles que surgieron. En resumen, que la sensación de azarosidad que he tenido leyendo la novela se sustenta en el cómo se creo la historia. Vaya par de huevazos que tuvo el escritor.
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